10 de mayo de 2010

Ovnilogía Histórica: EL CASO ARÉVALO DE 1950 (Lago Argentino - Santa Cruz - Patagonia Argentina) 1era Parte

Autora: Daniela CIANCIA - PATAGONIA OVNI


Ficha Técnica del Caso:

Testigo: Wilfredo H. Arévalo.
Lugar: ruta en proximidades al Lago Argentino (Santa Cruz, Argentina).
Tipo: avistamiento de OVNI con ocupantes.
Fecha: 18 de Marzo de 1950.
Día: Sábado.
Hora: 18:30.




El caso Arévalo es emblemático en la ovnilogía, y sucedió en la Patagonia Austral Argentina. Es considerado como "la primera visualización de seres extraterrestres en territorio argentino".

Antonio Ribera, nacido en 1920 en Barcelona, comenzó a interesarse por el tema OVNI allá por la década del '60. Autor de numerosos libros, nos relata en "Los doce Triángulos de la Muerte": "...un estanciero argentino precisamente de Santa Cruz, territorio de la Patagonia, llamado Wilfredo H. Arévalo, vio aterrizar, a las 6,30 horas de la tarde del día 18 de marzo de 1950, un enorme disco, mientras un segundo aparato se mantenía en el aire sobre el primero. Este caso es un "clásico" de la ufología argentina y de los "aterrizajes" acompañados de humanoides. El hacendado envió a la Prensa un detallado relato de este encuentro con un aparato mecánico de singulares características, tripulado por seres extraños. (Fuente: RIBERA, Antonio: "Los Doce Tríángulos de la Muerte" - pág. 225 - Editorial A.T.E. - Barcelona - 1976).

Como bien plantea A. Ribera, la carta de Arévalo fue publicada íntegramente por el diario La Razón el día Jueves 13 de Abril de 1950, en la página 3, bajo el título: "Un hacendado de Santa Cruz vio un plato volador a 150 metros, cuando aterrizaba". Citando parte del texto:

"El sábado 18 de Marzo de 1950 a las 18:30 horas y encontrándome guiando mi camioneta a 32 kilómetros del Lago Argentino por la ruta que lo une con la localidad de Comandante Luis Piedrabuena, en la gobernación de Santa Cruz, donde poseo mi campo y comercio con lanas y cueros, y hallándome en viaje de regreso de Comandante Piedrabuena, divisé de pronto en el cielo despejado y proveniente del Sudeste a fantástica velocidad dos puntos luminosos que describiendo amplios círculos se aproximaban a tierra. Creí en un principio que fuesen estrellas fugaces, pues estaba anocheciendo y eso podía ser común, pero repentinamente una de esas luces tomó vertiginosa altura y quedó fija en el espacio. La otra comenzó a describir círculos pronunciados cada vez a menor altura hasta que se posó suavemente en tierra tres kilómetros delante de mí, en el campo de pastoreo de La Blanqueada, en el camino del lago. A pesar de la distancia pude darme cuenta realmente de que se trataba de una máquina circular sumamente blanca y fosforescente, de la que surgía por la parte posterior un humo azulado, sumamente luminoso y denso. Puse en marcha mi camioneta acercándome prudentemente, pues pensé que tal vez se trataba de algún avión a chorro de nuestra Aeronáutica Militar que se hubiese accidentado. Detuve mi vehículo a 150 metros de distancia de aquella máquina plateada que brillaba intensamente entre los pastos altos, pues allí, sumamente impresionado, me di cuenta de que aquello no era un avión sino una cosa rara, sumamente curiosa, de la que se evadía un denso vapor verdoso azulado,que olía fuertemente a benzol quemado.
La máquina circular tenía un gran plano giratorio que rotaba constantemente a modo de un disco de vitrola. Su estructura parecía ser de aluminio o de algún otro metal muy liviano, y era extrañamente fosforescente. En su parte media estaba situada una amplia cabina de vidrio o algo semejante, en forma de bóveda, de una transparencia y claridad deslumbrante. En su interior se movían cuatro hombres sumamente altos y esbeltos, vestidos con ropas blancas, ajustadas estrechamente a sus cuerpos. Aquellas figuras debían tener dos metros por lo menos de estatura, calculando que el diámetro de la cabina fuese de 8 y el del plano giratorio de 15 metros. Los tripulantes de la máquina parecían tener sus cuerpos envueltos en algo así como fundas de papel celofán, pues sus figuras brillaban de un modo rarísimo. Sus rostros eran sumamente pálidos, casi del color blanco puro. Sus demás proporciones eran normales y hasta gallardas. Resplandecían envueltos en aquellas especies de fundas de celofán y creo que alcanzaron a descubrirme, pues de pronto me iluminaron en forma enceguecedora y me observaron así por un buen rato. La intensa luminosidad de la bóveda transparente en la que se movían aquellos hombres altos me impidieron ver perfectamente los objetos también blancos de que se servían, pero a pesar de ello, creí notar dos especies de espejos o lentes de cámaras que giraban y se movían continuamente, y cantidad de aparatos semejantes a los que usan los dentistas, en los que creí ver cantidad de instrumentos semejantes a los que se usan en los tableros de los aviones...".

Continuará...

1 comentario:

  1. Yo hablé dos veces por teléfono, con Don Antonio Ribera, y además, me escribió una carta en 1984.Soy ufólogo de Mendoza. Quien desee comunicarse conmigo lo puede hacer al e mail olfiferreyra@yahoo.com.ar. Sobre todo, a los que hacen este blog. Un saludo y felicitaciones.

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